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Echando a correr

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Como ya comenté hace un tiempo, llevaba una temporada bajo de energía . Me hice el propósito de intentar cambiar eso, y recordé un newsletter de Pavlina de hace unos meses donde daba algunos consejos para aumentar la claridad mental. Básicamente eran:

  1. Comer fruta fresca
  2. Hacer ejercicio
  3. Hacer estiramientos
  4. Evitar estimulantes
  5. Realizar desafíos mentales
  6. Leer

Comencé descartando directamente algunos de esos consejos: leer ya leo, todo lo que puedo (el año pasado fueron 55 libros), así por ahí había poco que hacer. Estimulantes, sólo tomo el café de por las mañanas y ese no hay quien me lo quite. Los desafíos mentales por suerte forman parte de mi día a día, intento siempre llevar a cabo actividades que supongan un reto para mi: escribir, aprender lenguajes de programación nuevos, leer libros de filosofía y educación…

Me quedaban pues la fruta, los estiramientos y el ejercicio.

Como ya tenía una rutina de salir a correr un par de veces por semana, veinte minutos cada vez, pensé que lo que me resultaría más fácil es ampliar esa rutina para salir a correr todos los días sin excepción. Me planteé hacer una “prueba de 30 días”: intentar llevarlo a cabo durante un mes, como un experimento, y a partir de ahí decidir si seguía adelante o no.

La primera semana fue sencilla. Veinte minutos no es mucho tiempo, y conseguí mantener una rutina en la que el ejercicio encajaba muy bien: bajar a la perra, correr (si hacía buen tiempo me iba a correr con ella, con lo que ahorraba tiempo en el paseo) ducha, y a cenar. Esos veinte minutos adicionales que utilicé para correr se me iban antes muchas veces haciendo el chorra con el ordenador, así que en realidad lo que he conseguido es aprovechar mejor el tiempo.

La segunda semana fue un poco más dura. El cuerpo acusaba el “exceso” de ejercicio y que no le daba tiempo para reponerse. Decidí que un día a la semana iba a descansar de ejercicio aeróbico, así que el día que tenía mis clases de yoga no salía a correr. También compré un pulsómetro, porque pensé que me iría bien para controlar que realmente estaba en la zona aeróbica y no me estaba pasando o quedandome corto. Tuve la suerte que vendieron un pulsómetro de oferta en el LIDL por veinte euros, así que me vino que ni pintado. Le he sacado muchísimo partido; ya contaré por qué en el próximo post.

A partir de ahí, la cosa fue rodada. Me descargué… ejem… “compré” unos cuantos audiolibros y los escuchaba mientras corría, primero para no aburrirme (porque correr es extremadamente aburrido) y segundo para aprovechar mejor el tiempo. Me hice un habitual del gimnasio que hay en mi finca y al cual no había entrado antes. La prueba de treinta días fue tan bien, que ya ni me acuerdo de cuándo empecé.

¿Qué es lo que he notado en todo este tiempo?

Lo primero, que me huelen más los pies. He tenido que comprar un desodorante para pies y para zapatos, ya que mi relación de pareja empezaba a correr peligro, y mi hija y mi perra me miraban raro cuando me quitaba las zapatillas. Por suerte, ese ha sido el único efecto secundario.

Lo segundo, y más importante, es que el aumento de mi nivel de energía ha sido espectacular. Parece cosa de magia eso de que te canses más y acabes estando más espabilado. Cuando vuelvo de correr siento la mente lúcida, como cuando te acabas de despertar de un sueño reparador, y ese efecto se nota a lo largo de todo el día. Necesito también menos horas de sueño. Antes tenía que dormir una siesta diaría de veinte minutos para conseguir llegar al final del día, y ahora no me hace falta en absoluto. Además, aunque esté más cansado, siento el cansancio pero no siento sopor mental: me mantengo lúcido hasta el mismo instante en el que me meto en la cama, a pesar de ser consciente de que mi cuerpo me pide descansar. Soy capaz de realizar actividades que requieren mucha concentración o uso del cerebro en momentos en los que antes me costaba pensar. Estoy aprovechando mucho mejor mi vida, y eso con sólo un pequeño cambio en mis hábitos.

Ahora, los veinte minutos de ejercicio aeróbico forman parte de mi rutina diaria, y me siento mucho mejor. Parece mentira que algo tan chorra haga ganar tanto en calidad de vida.

El siguiente paso será mejorar mi alimentación. Voy a dejar pasar un tiempo para que la rutina de correr esté establecida y se estabilicen otros cambios que están teniendo lugar en mi vida ahora mismo (que os contaré en cuanto tenga tiempo para otro post) y me plantearé cómo mejorar la forma en la que me alimento, intentando no ser demasiado radical.


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